domingo, 4 de diciembre de 2011

Aprendiendo a valorar la vida

Ayer, mi amigo Víctor escribió una entrada preciosa en su blog, echadle un vistazo en  http://disparadordepalabras.blogspot.com/2011/12/personas.html . Habla sobre valorar lo que tenemos. O más bien sobre valorar a aquellas personas con las que contamos. Eso que tanto nos cuesta hacer.

Total, que me ha dado un poco de envidia y me ha apetecido a mí también hacer una pequeña reflexión sobre diferentes cosas que, con el tiempo, he aprendido a valorar.


  • He aprendido a valorar a mi familia. Después de haber estado deseando durante bastante tiempo poder vivir sola, desde la distancia aprendí a comprender la importancia que tenían. Y contra todo pronóstico, tras 4 años de total libertad, y con todos mis conocidos cuestionando mi decisión, no solo fui capaz sino que fui muy feliz volviendo a vivir en casa. Fue una segunda oportunidad, que me permitió volver a disfrutar de los lujos de vivir cuidada por mis padres.

  • He aprendido a valorar a mis amigos. A los de verdad. A esos que sabes que no te van a fallar. No. En realidad a esos que sabes que vas a ser capaz de perdonar incluso aunque te fallen. Esos amigos que están ahí. Esos a los que solo con el “hola” de iniciar la conversación saben si estás bien o mal. Esos que reconocen tus virtudes. Es más, esos que conocen tus defectos y no solo los aceptan, sino que te ayudan a reírte de ellos.

  • He aprendido a valorar el esfuerzo. Me he dado cuenta de que la suerte tiene un porcentaje muy bajo de éxito en mi vida, y que para conseguir algo, necesito esforzarme.

  • He aprendido a valorar la educación que he recibido a lo largo de toda mi vida, a ser crítica al respecto y a discernir qué educadores me aportaron (y me siguen aportando) algo, y cuáles no. Incluso aunque a veces me de rabia admitirlo.

  • He aprendido a valorar a las personas y todas aquellas cosas que son capaces de crear, me gusten o no. Una expresión de cualquier tipo merece todo el respeto solo por haber sido creada. Y una persona que crea es una persona que aporta algo nuevo al mundo.

  • He aprendido a valorar que todo el mundo puede enseñarme algo, sobre todo aquellas personas de las que creo que no puedo aprender mucho.

  • He aprendido a valorar las cosas pequeñas, los detalles, los regalos porque sí, los besos inesperados, los mensajes a medianoche,…

  • He aprendido a valorar que, aunque mi vida no es perfecta, es la que me ha tocado vivir. Y por muchos defectos que encuentre, ni se van a ir por sí mismos, ni van a desaparecer porque los ignore. Esto es lo que hay. Y en realidad… me gusta.

Gracias a todos los que me ayudáis a arreglar y valorar mi vida cada día un poquito más. Porque hacerlo todo sola… sería aburridísimo, y dificilísimo. 

jueves, 1 de diciembre de 2011

Yo-Ho Yo-Ho, a Pirate's life for me

Como estaba  previsto, sobreviví a las dos entregas (acompañadas de sus dos exposiciones). Y ahora estoy a punto de terminar. Unas poquitas horas más de trabajo, que tendrán lugar durante el fin de semana, y daré por finalizado este semestre.

Tengo sueño, me duele la cabeza, y la lista de tareas pendientes para mañana es algo... larga. Pero aún así, la mañana de hoy ha sido lo suficientemente especial como para escribir algo al respecto.

Los niños de mi colegio están preparando la función de Navidad. La obra estrella se presenta mañana en un hotel, en una especie de recopilación de festivales navideños de varios colegios. Y después la presentan, junto a otras actuaciones, en el salón de actos del cole, el viernes que viene.

Hoy por la mañana era el ensayo general antes del concurso. Y he ido con mis niños del Preschool (que aún no participan) a ver a los "big kids", mis otros niños. Digo mis otros niños porque aunque no son mis alumnos en clase, son mis protegidos en el comedor.

Ha sido increíble. La obra, para aquellos que saben apreciar las grandes historias, es Hook. Y lo hacen genial. Hay niveles lingüísticos muy diversos. Sobre todo teniendo en cuenta que los niños que se quedan en este colegio (específico de sordera) lo hacen porque no se encuentran aún preparados para ir a la escuela ordinaria (donde acaban casi todos). Unos hablan más deprisa y otros despacito. Unos vocalizan muy bien, y otros tienen su punto fuerte en la entonación. La mezcla es enorme. Pero lo verdaderamente alucinante es el desparpajo que se gastan sobre el escenario. Se esfuerzan hasta el sudor para que sus líneas se entiendan bien, y no dejan de reírse cuando se equivocan. Creo que deberíamos copiar bastantes ideas de estos niños.

Hemos reído. Un montón de hecho. Y por supuesto ha habido esos típicos momentos "sordos". Como cuando a uno de los piratas se le ha caído la espada mientras hablaba y esta no ha hecho suficiente ruido como para percibirlo. Al llegar el momento de echar mano de ella, ha mirado para todos los lados buscándola, medio loco. Y el público señalando al suelo. Algo tan simple como eso. Incluso cuando no vemos que algo se nos ha caído, nos agachamos reflejamente a por ello según oímos el ruido.

Y también hemos llorado. Lágrimas de emoción cuando han conseguido decir esa frase que tanto ensayo les ha llevado. O cuando, entre ellos y mediante signos, se daban pistas sobre una parte que se le olvida al compañero. O cuando todos juntos, 20 implantes cocleares y otros tantos audífonos, consiguen entonar un We Wish you a Merry Christmas como cualquier otro grupo de niños. ¿Y por qué me emociono con esto cuando he visto festivales de Navidad mil veces? Pues porque este se empieza a preparar casi en septiembre. Porque para un villancico que solo tiene dos frases, necesitamos meses de trabajo. Necesitamos horas de lengua, de música, de logopedia, de tareas en casa,... Necesitamos que todo el mundo participe y que el esfuerzo sea el máximo. Cuando te paras a pensar en todo lo que han estado haciendo para que ese villancico suene así, las lágrimas se escapan solas.

Y después de todo... ¿qué ha sido lo mejor de la obra? Tinkerbell, sin duda (Campanilla). Interpretada por Jesse, un chico de unos 13 años. Lo más macarra que tenemos en el colegio. Y que ha dado vida a una Campanilla con pantalones de camuflaje, botas de soldado y pintura de guerra en la cara. Eso sí... con los polvos mágicos en el bolsillo (manteniéndose fiel al personaje).

¿Y lo mejor por encima de la obra? Para mí, cuando mucho después de la actuación (¡3 horas después!), Nathan me ha venido cantando una interpretación personal de "Yo-Ho Yo-Ho, a pirate's life for me". Digo personal porque aunque solo se entendía bien el yo-ho, la melodía era inconfundible. Y todo porque la ha oído en la actuación. Sí, es sordo. Y sí, ha oído una canción, le ha gustado, se ha quedado con ella, y la ha cantado más tarde.

Solo me queda una semana para irme y ya sé que les voy a echar de menos. Y sobre todo porque lo último que vea de ellos será esta obra, el viernes 9, unas poquitas horas antes de coger el avión.