lunes, 30 de enero de 2012

Motivación (hasta) en época de exámenes

Finales de enero. La mayoría de mis amigos están inmersos en el mundo de los exámenes, entregas, y demás. Ni sé las veces que he escuchado en los últimos días frases como: "Es que no puedo ponerme con ello",  "quiero pero no tengo suficiente fuerza de voluntad", "me duermo",...
Creo que es algo que, en un momento o en otro, nos pasa a todos. Siempre hay algo que nos cuesta más. Y estudiar, suele estar entre esas cosas. Y más cuando sufres del Síndrome del Estudiante. Sí. Es la mejor excusa que he encontrado en siglos y la seguiré utilizando.
En mi caso, estudiar no es de las cosas que más me cuestan. Pero aún así, siempre está esa asignatura atravesada. Siempre está esa Química o esa Estadística.
Pero bueno, el caso es que hay formas de conseguirlo. No sé si muchas o pocas, y no sé hasta qué punto eficaces. Pero oye, si a mí me funcionan, con lo vaga que soy, es imposible que no le funcionen al resto del mundo.
Todo es cuestión de motivación. La motivación es, según su etimología, la causa del movimiento. Es la razón por la que hacemos las cosas.

Existe un tipo básico de motivación, que todos experimentamos, y que se llama motivación física o fisiológica o Motivación I. Es decir, la fuerza que nos mueve a hacer las cosas es un estímulo físico, de nuestro propio cuerpo. Ejemplos de esta motivación son el hambre (que nos hace comer), el cansancio (que nos hace dormir),... Al ser el tipo más básico y primitivo de motivación, es el más fuerte, y para cambiar comportamientos vinculados a esta motivación se requieren grandes dosis de otros refuerzos o motivaciones. Por eso requiere mucha fuerza de voluntad quedarse una noche estudiando (el refuerzo a cambio no es muy agradable) y no tanta quedarse una noche de fiesta (el refuerzo supera las ganas de dormir).

El siguiente tipo de motivación se deriva de las teorías conductistas (Skinner y otros amigos), y se basa en los refuerzos. Motivación II. El problema es que para la correcta aplicación de refuerzos, existe toda una ciencia. Y, muchas veces, una aplicación incorrecta nos lleva a unos resultados bastante diferentes de lo que nos esperamos. Espero poder escribir, en breve (quizás en la próxima entrada) sobre estos resultados imprevistos. Pero, para lo que hoy nos concierne, aquí os dejo un par de tipos de refuerzos para aumentar nuestra motivación frente al estudio. Para mí, los que mejor me funcionan:

  • Refuerzo inmediato: sobre todo cuando una asignatura no me gusta mucho, o cuando el contenido es muy denso, divido mi estudio en periodos cortitos. Por ejemplo, de 30 minutos. Y los intercalo con otros periodos, pongamos de 10 minutos, de otra actividad (salir a la sala donde están mis compañeros de piso, ver un trocito de una peli, dar un paseo a la cocina, echar un vistazo a las redes sociales,...). De esta manera no me da tiempo a aburrirme y en cada periodo de media hora, empiezo con ganas. ¡Ojito! Es importante hacernos con un buen sistema de alarmas y cumplir cuando nos toque volver a ponernos a estudiar.
  • Refuerzo a largo plazo: antes de enfrentarme a un periodo de exámenes, selecciono algo que me guste (y que me pueda permitir, claro). Y me fijo un objetivo tras el que podré obtener mi recompensa. Por ejemplo, solo voy a este viaje o solo me compro este abrigo, si saco más de un 8, o si apruebo todas, o... Aquí ya cada uno se pone sus propias metas y sus propias recompensas.
Llevo utilizando estos dos sistemas desde que empecé la Universidad y dejé de tener a mi madre cerca cada tarde repitiéndome que tenía que ponerme a estudiar. A quién vamos a engañar... ese el mejor motivador que todos tenemos...

Además, existe un tercer tipo de motivación, Motivación III. Mucho más interesante si nos fijamos en su eficacia, pero también mucho más difícil de conseguir. En etapas de educación de nivel bajo, es un tipo de motivación casi imposible de lograr (en mi opinión, claro). Y conforme vamos eligiendo qué, cómo, dónde y para qué estudiar, esta motivación va ganando al resto. Por eso es importante que elijamos lo que nos gusta, y no lo que nos conviene o lo que nos digan.
Esta motivación es de tipo intrínseco, y de ahí su fuerza. Es la propia persona la que establece el interés hacia el objeto de estudio o de trabajo y realiza las actividades para demostrarse, a sí mismo, que es capaz de superarse y de avanzar siempre. Es la motivación que tenemos cuando hacemos algo por placer, por el mero hecho de que nos gusta. Es la motivación que deberíamos tener todas las mañanas cuando nos levantamos (a las 6) y nos preparamos muertos de sueño para ir a trabajar o a estudiar. Y nuestro refuerzo, es simplemente la satisfacción de hacer las cosas bien, de desarrollar maestría en nuestro campo, de aprender nuevas cosas, o de ser mejor persona.

miércoles, 11 de enero de 2012

Cuando las personas merecen la pena

En las últimas semanas he estado manteniendo conversaciones muy interesantes sobre la necesidad de tener gente a nuestro alrededor y sobre qué hace que esta gente merezca la pena (o más bien merezca nuestro esfuerzo).

Parece que todos tenemos más o menos claro que las personas somos seres sociales por naturaleza. Pero, ¿hasta qué punto llega esa necesidad de socialización? La gente que me conoce bien, sabe que yo soy bastante asocial. No me gusta que me toquen, no me gusta que me abracen (al menos durante mucho tiempo),… y sobre todo, no me gusta estar con la gente porque sí. No entiendo esa necesidad acuciante de estar con gente, incluso con gente a la que no conoces.

Aun así, reconozco que me gusta estar con ciertas personas. Y hasta me dejo abrazar “casi” sin inmutarme. Pero eso sí, se trata de un grupo muy selecto de personas. Y, ¿qué hace a estas personas especiales para mí?

Puede parecer un poco materialista, pero sigo manteniendo la opinión de que, para esforzarte y apreciar una relación, esta tiene que aportarte algo. En realidad, esa aportación no tiene por qué ser material. Más bien, en mi caso, no se trata de nada material. Cada uno deberá decidir qué necesita, o qué quiere que le aporten sus relaciones.

Diferentes personas nos aportaran diferentes cosas. Personalmente, tengo la suerte de contar con muchas aportaciones (o al menos para mí son muchas), que me hacen sentir que la gente que he decidido que esté a mi alrededor merece la pena.

Y, ¿cuándo creo que alguien merece la pena?

  • Cuando a su lado siento que puedo ser mejor persona, y me esfuerzo por ello. Supongo que esto es básico. Si alguien te hace ser peor persona… bueno, simplemente no creo que eso funcione. 
  • Cuando junto a esa persona, tengo la sensación de que puedo pasar por lo que sea. Lo extremadamente bueno y también lo extremadamente malo. Cuando siento que me apoya, que me ayuda a levantarme, y también a echarme las mejores risas de mi vida.
  • Cuando entiende mis sentimientos sin que tenga que expresarlos. Hablar de nuestras emociones no siempre es fácil y siempre hay alguien que es capaz de entender como me siento sabiendo mis circunstancias. Y eso puede llegar a ser tan importante…
  • Cuando me aporta estabilidad. Bueno no. En realidad cuando me aporta justo lo que necesito. Que unas veces es estabilidad, y otras, un puntito de locura.
  • Cuando se acomoda a mí, incluso si es lo que menos le apetece en ese momento.
  • Cuando, sabiendo que estoy abajo, coge la mejor película, un bol de palomitas y tres bolsas de chuches (de a dos euros de la máquina expendedora de letras), y consigue dar la vuelta al día.

La pregunta de reflexión final es, ahora que tengo más o menos claro lo que me gusta que me aporten, ¿estoy yo siendo justa en ese intercambio?, ¿también yo aporto algo así?, ¿también yo consigo que los demás sean tan felices como ellos me hacen a mí? 

sábado, 7 de enero de 2012

Psicología de la Amistad según Ruiz Montes

Llevo escribiendo esta entrada bastante tiempo, y es que nunca acabo de encontrar exactamente lo que quiero decir. Para hacerla acorde con mi último post, digamos que esto enlaza con el propósito #11.
Valorar mejor a las personas que tengo a mi alrededor. Y expresar mis valoraciones. Las buenas y las malas.
No, no está mal redactado. No significa valorar más, sino valorar mejor. Algunas personas merecen que las valore más, y otras, que deje de valorarlas tanto. O eso creo.

Con el tiempo, he llegado a la conclusión de que, por lo general, las personas en sí no tienen suficientes herramientas para influir en nuestros sentimientos, bien sea de modo positivo, o de modo negativo, sino que todo depende de la valoración (o idea, o creencia) que tengamos sobre ellas. Sería algo así como la teoría de Albert Ellis, por la que las situaciones a nuestro alrededor no son la causa directa de nuestros sentimientos o emociones, sino que estos se derivan de las creencias (valoraciones o ideas) que tenemos sobre esas situaciones.

Un ejemplo para clarificar:

Situación: Has estudiado mucho para un examen difícil y al final lo has suspendido.
Creencia 1: Crees que tus padres no te valoran lo suficiente y que no van a entender tus esfuerzos y, por lo tanto, van a castigarte.
Sentimiento 1: Rabia, enfado, ansiedad.
Creencia 2: Crees que tus padres te entienden y saben que te has esforzado al máximo, sabes que seguirán apoyándote y valorando tu esfuerzo.
Sentimiento 2: Cierto grado de decepción, ganas de superación personal.

Como podemos ver, los sentimientos no son consecuencia directa del hecho de haber suspendido el examen, sino que dependen más de lo que creemos acerca de ello. Esta teoría se basa en cambiar nuestras creencias para cambiar y controlar nuestros sentimientos y emociones.

De igual manera, las creencias (valoraciones o ideas) que tenemos acerca de las personas que nos rodean hacen que las interacciones con ellas nos afecten de una manera o de otra.

Ejemplo ilustrativo dos:

Situación: Te enteras de que una persona ha estado diciendo cosas, digamos poco agradables, sobre ti.
Creencia 1: Valoras mucho a esa persona, la consideras un gran amigo y tienes toda tu confianza depositada en ella.
Sentimiento 1: Rabia, tristeza, soledad.
Creencia 2: Apenas conoces a esa persona y nunca habéis tenido relación, por lo que te es indiferente.
Sentimiento 2: Probablemente indiferencia, curiosidad si cabe.
Creencia 3: Conoces a esa persona de una relación pasada. Aunque la valorabas mucho, ahora ha pasado a estar fuera de tu vida. (Vaya, ex-es en general, examigos, exparejas,…). 
Sentimiento 3: Más allá de la indiferencia, te puede hasta hacer gracia, e incluso puedes llegar a sentir lástima por la otra persona, que aún no te dejó atrás.

¿A que alguna vez nos hemos sentido identificados con algo de esto? Bien. Esta es la razón de que uno de mis propósitos sea valorar mejor a las personas. Si la creencia que tengo sobre cada persona, es ajustada a la realidad, sus acciones repercutirán en mí (y en mis emociones) en su justa medida. No me emocionaré de más, ni de menos.

Y pensaba terminar este post hablando de qué hace (a mi parecer) que una persona merezca una buena valoración. Pero esto ya es suficientemente denso y largo. Así que,… mañana será.

miércoles, 4 de enero de 2012

2012. El año en el que todos construiremos nuestros refugios anti zombis :)

Ya estamos a 4 de enero y yo sin escribir mis propósitos. Venga Marichu, que ya quiero saber de qué me voy a tener que arrepentir dentro de dos meses. La verdad es que el comienzo de año ha sido tan agitado que ni me había parado a pensarlo, pero por otra parte, me he dicho: ¿Escribir una lista?, ¡pero qué hay mejor que eso! Así que, solo medianamente meditados, aquí están mis diez millones de propósitos, espero que el mundo me dure lo suficiente para cumplirlos, o si no, para poder arrepentirme de no haberlo hecho y reinventarlos…

  • Propósito 1. Dejar de tener miedo al futuro. Perder los nervios por no saber qué va a pasar. Dejar las cosas fluir. Mi experiencia me dice que al final, suele salir bien… pero el miedo a lo desconocido aún me puede.

  • Propósito 2. Estudiar más, y con más sentido común. No dejar las cosas para el último día. Hacer los trabajos cuando aún tengo tiempo de que surjan imprevistos. La verdad es que ni sé para qué me molesto es escribir esto. Todos sabemos que no lo voy a cumplir… pero os recuerdo que es una enfermedad catalogada.

  • Propósito 3. Mejorar en constancia. En tantas cosas que no tendría espacio en la web para escribirlas. Por ejemplo,… mejorar en constancia en lo que a mis amigos se refiere, escribirles y llamarles más a menudo, intentar mantener el contacto con aquellos que están lejos; mejorar en constancia y echarme los potingues de la cara cada día (y no dejar los botes casi nuevos como hago siempre); mejorar en constancia y actualizar el blog, aunque solo sea de vez en cuando.

  • Propósito 4. Reírme mucho. Y sonreír el doble. No parece tan difícil, pero de cuando en cuando sonreír se me hace muy cuesta arriba. A veces es falta de ganas, y otras, falta de costumbre… ¡y no sé cuál es peor!

  • Propósito 5. Preocuparme y ocuparme más de los míos. Acordarme de decirles más a menudo cuánto les quiero y por qué. Este propósito será de los pocos que no me cuesten nada, pues cada día quiero a mi gente un poco más que el día anterior.

  • Propósito 6. Seguir mejorando como profesional. Estoy segura de que el 2012 me depara las primeras palabras de mis primeros bebés. Y espero hacerlo lo mejor posible.

  • Propósito 7. Encontrar el mejor piso del mundo. Convertirlo en mi hogar. Y llenar cada rincón de recuerdos agradables. Y… ¿cómo no?, que sean ambas, mi family y mi framily, las que me ayuden a ello.

  • Propósito 8. Ayudar más (o igual mejor) a los que me necesiten. Darme cuenta antes de lo que necesitan las personas a mi alrededor, y proporcionarles mejores atenciones. Y también, dejarme ayudar más, que es un poco más complicado.

  • Propósito 9. Dejarme abrazar más. Esto no está muy meditado. Pero prometo pensármelo dos veces antes de negarme a dar abrazos sin motivo. 

  • Propósito 10. Seguir siendo feliz. O intentándolo. Y sobre todo, más importante aún que ser feliz, seguir intentando ser feliz aun cuando no lo esté siendo.

  • Propósito 11. Valorar mejor a las personas y/o (u, ae ae) las cosas que tengo a mi alrededor. Y expresar mis valoraciones. Las buenas y las malas.

  • Propósito 12. Dejar de dar vueltas a las cosas. Cuando algo se acaba, se acaba. Y cuando algo no puede cambiarse, es preferible dedicar tiempo a pensar cómo voy a acomodarlo en mi vida, antes que pensar en qué extraña manera sobrehumana podría hacer algo al respecto.

  • Propósito 13. Revisar mis propósitos. Como los programas de intervención que tan acostumbrada estoy ya a redactar. Objetivos revisables a tres meses, cabiendo modificación, ampliación o eliminación de los mismos para que se ajusten al individuo o a su entorno.


Después de todo ¿sabéis por qué los propósitos de año nuevo casi nunca se cumplen? Porque no están bien formulados. Para que un objetivo sea alcanzable, debe ser adecuado al individuo, revisable, realista y medible. Por otra parte, siempre nos quedará confiar en la motivación, que puede vencer incluso a un objetivo mal formulado. ¿PERO QUÉ ****? Si en realidad tenemos muchas más cosas en las que confiar. En la motivación (que sí, que iba en serio), en el entorno (véanse nuestra familias o amigos), y en el terapeuta. Y dado que en estos propósitos los terapeutas somos nosotros mismos… ¡este año sí que sí!