martes, 22 de noviembre de 2011

Cicatrices.

Hoy, mientras me estaba acicalando para ir a trabajar (lo que consiste básicamente en echarme crema a la cara) estaba pensando sobre qué podría escribir. Cuando me miro al espejo (ya que no siempre lo hago al ponerme la crema), me quedo mirando las pequeñas cicatrices que tengo en la cara. Así que pensé... si me gustan, ¿por qué no escribir sobre ello?

De hecho no me gustan, me encantan las cicatrices. Siempre he pensado que son como historias. Historias que pueden contarse una y otra vez. A diferentes personas. En diferentes situaciones. Y nunca suenan igual.

Trabajando con niños he descubierto que tener cuatro o cinco cicatrices visibles por el cuerpo pueden ayudarte a salvar una improvisación sin ningún material. Puedes enganchar a 25 parvulitos contándoles cómo aquella vez que tuviste que luchar a pedradas con las tres momias fuiste incapaz de esquivar un proyectil y te marcaron en la ceja. O cuando haciendo submarinismo un tiburón te mordió un poco en una rodilla. Lo mejor de todo, ver cómo tus cuentos van evolucionando cuando los oyes después de que hayan pasado por unos cuantos niños.

Y hablando de las historias detrás de nuestras cicatrices, se me viene a la mente la famosa cicatriz de Harrison Ford en la barbilla, que estoy segura de que será una de las que más historias guarda. Aunque en realidad se la hizo en un accidente de coche, en Indiana Jones vemos cómo su yo joven (River Phoenix) se hace la herida con un látigo; y en Armas de mujer, Harrison chulea diciendo que es una secuela de una pelea con navajas, aunque luego admite que se la hizo cayéndose desmayado al agujerearse la oreja. Muchas más escenas han sido rodadas explicando la historia de su cicatriz en esa película en particular (de hecho era una cláusula de su contrato), pero por unas causas u otras, finalmente esas escenas no fueron añadidas a las películas.

Personalmente, creo que algunas cicatrices, además de interesantes, son bien sexys. Como la de Joaquin Phoenix en el labio (resultado de la cirugía correctora de labio leporino unilateral). Es más, hay culturas que ha hecho de las cicatrices un arte, y en el occidente septentrional, siempre copiando, las escarificaciones (cicatrices artísticas) son cada vez más frecuentes.

Como ya sabéis que me gustan las listas, esta es la de mis cinco cicatrices preferidas de todos los tiempos:
- La cicatriz que le hizo un tiburón (o un oso, o un cocodrilo, no me acuerdo bien) a mi tío Seve detrás de la oreja.
- La cicatriz que tiene mi padre en la uña del dedo pulgar de la mano.
- La cicatriz en mi ceja izquierda... soy zurda hasta para caerme.
- La cicatriz (enorme) que tiene Kilian en la tripa. Además de impresionar ver a un niño sin ombligo impresiona cómo lo acepta y cómo le encanta enseñarla y contarte su historia.
- La cobarde cicatriz de Anakin Skywalker atravesándome la mejilla, el párpado y la frente, que se fue para no volver después de usar mucho extracto de rosa mosqueta.

Y para acabar... una cicatriz musical, de buen rollete. Scar Tissue (Tejido cicatrizal) de los Red Hot Chilli Peppers.



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